La plaza de mi pueblo no es una plaza cualquiera, como todas las plazas es un lugar de encuentro, de juego, de paseo, de recreo, donde muchos quedan, para charlar, para enredarse en conversaciones que no van a ninguna parte, otros para enamorar, para besar, para leer... Sin embargo, la plaza de Andrés de Lorenzo Cáceres tiene ciertas características que la diferencian de las demás, mientras uno pasea por ella puede disfrutar del encanto de la naturaleza, de los árboles de troncos y ramas retorcidos de forma caprichosa y singular, de las caras enrojecidas por el sol de los turistas que todo lo quieren inmortalizar con sus inseparables cámaras fotográficas, del gorgoteo del agua de las fuentes, de la arquitectura tradicional... Y si uno se sienta a tomar un café en el quiosco, también se olvida de las obligaciones, mientras observa a los chiquillos con sus juegos en el escueto parque de toboganes... Aquí van algunas instantáneas que yo mismita he sacado, cual turista que nunca antes ha visto cosa igual.
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